Descripción
El hombre, desde sus orígenes, busca protección y a medida que tiene a su alcance herramientas más sofisticadas puede configurar elementos que le den esta protección frente a lo desconocido. Es lo que hoy en día llamamos amuletos. Aparte de la protección, también hay collares para favorecer la fecundidad de las tierras y de las chicas. Además, cuando un bebé nacía rápidamente se le ataba un collar de perlas en la cintura o en los tobillos para protegerle de los malos espíritus y asegurarle la comida.
Todas estas perlas eran un patrimonio que las mujeres guardaban con mucho cariño y celo para su posterior transmisión a hijas y nietas. También se convirtieron en moneda, aunque no se sabe su contravalor. Servían para el intercambio de mercancía y la habilidad del mercader era primordial para realizar el canje.
Existen numerosos libros que explican la utilidad de las perlas, ya que eran de fácil transporte durante los viajes y un bien preciado por su trueque. El escritor Ibn Battuta lo cuenta en su libro de viajes y, además, destaca que los peregrinos lo llevaban durante su peregrinación a La Meca.
Inicialmente los humanos no tenían herramientas para hacer perlas, así que hacían collares o elementos decorativos por sí mismos con las conchas marinas (cauri). En el neolítico, comienzan a trabajar las piedras (cuarzo, cornalinas) y también el bronce, el cobre y el hierro. Pasados algunos años, ya se empieza a trabajar con las primeras vitrificaciones y el mismo vidrio, sobre todo en el arco Mediterráneo y en Mesopotamia.
Basándose en las técnicas de fusión del metal, así como del vidriado de la cerámica, comienza la elaboración del vidrio propiamente dicho. Las áreas de desarrollo se localizan en Siria, en Mesopotamia y en el resto del arco Mediterráneo de dominación romana. Con el tiempo se fueron desarrollando las técnicas de soplado para jarrones y vasos, así como las de los moldes para piezas de decoración, lo que favorecía y mejoraba la calidad del vidrio. Es en este período cuando se desarrolla el arte de la vidriería, del mosaico, de la lámpara o del soplete, cuando se inicia la incrustación de oro en el cristal y se diversifican los colores.
A partir del siglo XV, con la caída de Bizancio, los artesanos del vidrio se refugian en Venecia. Es durante esta época que comienza la expansión de los vidrieros, que se agrupan en Murano para evitar que se produjeran incendios en Venecia, en aquella época se utilizaban hornos de leña que podían provocar incendios fortuitos. Además, Murano es una isla y ayudaba a proteger mejor los secretos y técnicas de la fabricación de las perlas. Se comienza a incrementar el intercambio de perlas con África. La gran expansión de las perlas se produce, sobre todo, a partir de 1700, cuando el tráfico de caravanas que buscan oro, sal, especias y esclavos genera un volumen de intercambio importante.
Se recuperan viejas técnicas de producción como el mosaico, la lámpara o el soplete, el rodamiento, el plegado, la incrustación de varillas de vidrio y la más importante, la rosetta, introducida por Maria Barovier, así como la murrina desarrolladas ambas a partir de 1900 por Moretti en Murano.
Con el paso del tiempo las perlas africanas han ido perdiendo su valor en el momento de su canje frente a las monedas oficiales. Además, la introducción de las religiones musulmana y católica, donde el animismo era omnipresente en aquellos momentos, hizo que cada vez más las perlas se cambiaran por dinero, por lo que hoy es frecuente encontrarlas en los mercados como los de Kumasi en Ghana, y Bamako y Mopti en Mali.
En los años 60 gran cantidad de las perlas que corrían por África fueron redescubiertas por los hippies, y las llaman Love beads. Es en ese momento cuando unos se aficionan al coleccionismo y otros empiezan a interesarse por la recuperación de la Historia. Actualmente, en África los tipos de perlas Bodoms y Akosso, así como las que hacen en el poblado de Krobo, ya se producen con el sistema llamado “reciclaje de vidrio”.
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